Amarte... es estar junto a ti cada día mas a allá de la distancia que nos separe, de los mares, de las fronteras, del tiempo...♥♥♥ Amarte... es querer compartir mi vida contigo, querer vivir a tu lado y más aun morir a tu lado…♥♥♥ Amarte... es desear más que nada en el mundo una caricia, un beso, querer perderme en tu mirada...♥♥♥ Amarte... es hacerlo sin esperar nada a cambio, incondicionalmente, profundamente, completamente...♥♥♥ Amarte... es esperar que acabe el día tan solo para poder compartir unos momentos a tu lado y escucharte...♥♥♥ Amarte... es aceptarte tal como eres con tus múltiples virtudes y pequeños defectos y saber que me aceptas de la misma forma...♥♥♥ Amarte... es abrirte mi corazón y mostrarte mi alma, sin temor, sin miedo...♥♥♥ Amarte... es confiarte mis ilusiones, fantasías y aun mi mas íntimo sueño, porque se, los guardarás en tu corazón...♥♥♥ Amarte... es poder llorar en tu hombro sabiendo que cada lágrima la guardarás en tu corazón y me darás consuelo...♥♥♥ Amarte... es sentir este dolor en el pecho por no tenerte, deseando a cada minuto poder estar junto a ti...♥♥♥ Amarte... es esperarte como te espero sin sentir el tiempo, tomando fuerzas de tu amor...♥♥♥ Amarte... es lo que me hace despertar cada mañana pensando que es un día menos para estar sin ti...♥♥♥ Amarte... es lo que me has enseñado a sentir, a vivir, ahora se que es el amor, el amor eres tu...♥♥♥

LECTOR DE MI WEB

lunes, 11 de octubre de 2010


El método Silva de control mental
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Capítulo: Conozca a José

José Silva nació el 11 de agosto de 1914 en Laredo, Texas. Su padre murió cuando él tenía cuatro años de edad. Su madre se volvió a casar al poco tiempo, y él, su hermana mayor y su hermano menor se fueron a vivir con su abuela. Dos años más tarde se convirtió en el sostén de la familia, vendiendo perió­dicos, limpiando zapatos y haciendo trabajos ocasionales. Por las tardes observaba a su hermano y a su hermana mientras hacían sus tareas, y ellos le ayudaban a aprender a leer y a escribir. Nunca ha asistido a la escuela, excepto para dar clases.

El surgimiento de José de la pobreza se inició un día cuando esperaba su turno en una peluquería. Buscó algo para leer. Lo que tomó era una lección de un curso por correspondencia para aprender a reparar radios. José la pidió prestada, pero el peluquero tan solo aceptó rentársela, y eso con la condición de que José resolviera el examen que venía en la parte de atrás a nombre del peluquero. Cada semana José pagaba un dólar, leía la lección y resolvía el examen.

Al poco tiempo un diploma colgaba de la pared de la pelu­quería, en tanto que en el otro extremo de la ciudad, José, a la edad de quince años, empezó a reparar radios. Conforme fue­ron transcurriendo los años, su negocio de reparaciones se convir­tió en uno de los más grandes del área, y le proporcionó dinero para la educación de su hermano y su hermana, los medios para que él contrajera matrimonio, y a la larga, alrededor de medio millón de dólares para financiar los veinte años de investiga­ciones que condujeron a Control Mental.

Fue otro hombre con diplomas, estos obtenidos más con­cienzudamente que el del peluquero, quien incitó en forma accidental estas investigaciones. El hombre era un psiquiatra cuya labor consistía en formular preguntas a los hombres que eran reclutados en el Servicio de Transmisiones durante la Se­gunda Guerra Mundial.

-¿Se orina usted en la cama? -José se quedó atónito.

-¿Le gustan las mujeres? -José, padre de tres hijos, y destinado para ser un día padre de diez, estaba consternado.

Con toda certeza, pensó, el hombre sabía más sobre la mente humana de lo que el peluquero sabía acerca de radios. ¿Por qué planteaba preguntas tan absurdas?

Fue este momento de confusión el que inició a José en la odisea de investigación científica que lo llevó a convertirse, sin diplomas ni certificados, en uno de los investigadores más creativos de su época. Al través de sus escritos, Freud, Jung y Adler se convirtieron en sus primeros maestros.

Las preguntas absurdas adquirieron significados más pro­fundos, y al poco tiempo José estaba preparado para plantear una pregunta propia: ¿Es posible, mediante el uso de la hip­nosis, mejorar la capacidad de una persona para el aprendi­zaje y, de hecho, elevar su I. Q.? En aquellos días se creía que el I. Q. era algo con lo que nacíamos, pero José no estaba tan seguro de ello.

La pregunta tuvo que esperar mientras él estudiaba elec­trónica avanzada para convertirse en instructor en el Servicio de Transmisiones del Ejército. Cuando obtuvo su licencia, sin ahorros, y con 200 dólares en la bolsa, empezó a reconstruir su negocio lentamente. Al mismo tiempo consiguió un trabajo de medio tiempo para dar clases en el Laredo Júnior College, en donde supervisaba a otros tres maestros y tenía a su cargo la organización de los laboratorios de electrónica de la escuela.

Cinco años más tarde, cuando la televisión hizo su apari­ción, su negocio de reparaciones empezó a prosperar y José puso coto a su carrera como maestro. Su negocio se volvió a convertir en el más grande de la ciudad. Sus días de trabajo fina­lizaban alrededor de las nueve de la noche. Después tomaba su cena, y cuando la casa estaba tranquila, estudiaba durante tres horas aproximadamente. Sus estudios lo adentraron toda­vía más en la hipnosis.

Lo que aprendió acerca de la hipnosis, junto con algunas calificaciones reprobatorias en las boletas de sus hijos, lo lle­varon una vez más a la pregunta planteada con anterioridad: ¿se puede mejorar la capacidad para el aprendizaje, el I. Q., por medio de algún tipo de entrenamiento mental?

José ya sabía que la mente genera electricidad; había leído acerca de los experimentos que descubrieron el ritmo Alfa a principios de este siglo. Él sabía, por su trabajo en el campo de la electrónica, que el circuito ideal es aquel que presenta la mínima resistencia, o impedancia, en virtud de que hace el ma­yor uso de su energía eléctrica. ¿Trabajaría la mente también con mayor eficacia si su impedancia descendiera? ¿Y se puede reducir su impedancia?

José empezó a usar la hipnosis para tranquilizar la mente de sus hijos, y descubrió lo que para muchos parecía ser una paradoja: descubrió que el cerebro era más eficaz cuando esta­ba menos activo. En frecuencias más bajas el cerebro recibía y acumulaba mejor la información. El problema crucial radi­caba en mantener a la mente alerta en estas frecuencias, que están asociadas más bien con el soñar despierto y el dormir que con la actividad práctica.

La hipnosis permitía la receptividad que José estaba bus­cando, pero no la clase de pensamiento independiente que lleva a razonar las cosas de modo que se puedan comprender. No es suficiente tener una cabeza repleta de datos recordados; tam­bién se necesita el discernimiento y la comprensión.

Al poco tiempo José abandonó la hipnosis y empezó a ex­perimentar con ejercicios de entrenamiento mental para tran­quilizar al cerebro y, a pesar de ello, mantenerlo más indepen­diente y alerta que en la hipnosis. Esto, dedujo él, conduciría a tener una memoria mejorada combinada con la comprensión, y en consecuencia, a elevar las calificaciones del I. Q.

Los ejercicios a partir de los cuales evolucionó Control Men­tal, requerían de concentración relajada y visualización mental vivida como medios para alcanzar niveles más bajos. Una vez alcanzados, estos niveles demostraron ser más eficaces que el nivel Beta para el aprendizaje. La prueba se tuvo en la marcada mejoría en las calificaciones de sus hijos a lo largo de tres años, mientras él continuaba perfeccionando sus técnicas.

José había obtenido un logro sobresaliente, un paso signi­ficativo en extremo, mismo que otras investigaciones, princi­palmente la retroalimentación biológica, han confirmado desde entonces. Fue la primera persona que comprobó que podemos aprender a funcionar conscientemente en las frecuencias Alfa y Theta del cerebro.

Pronto vendría otro descubrimiento sobresaliente, igualmen­te sorprendente.

Una noche la hija de José había entrado "a nivel" (para usar la terminología moderna de Control Mental), y José la estaba interrogando en relación con sus estudios. Conforme ella daba respuesta a cada pregunta, él estructuraba la siguiente en su mente. Este era el procedimiento común, y hasta el momento la sesión no había sido diferente de los cientos de sesiones que la habían precedido. De pronto, suavemente, la rutina se mo­dificó de manera trascendental. Ella dio respuesta a una pre­gunta que su padre todavía no le planteaba. Después a otra. Y a otra. ¡Le estaba leyendo la mente!

Esto sucedió en 1953, cuando la PES se estaba convirtiendo en una ciencia respetable para la investigación científica, en gran parte al través de los trabajos publicados del doctor J. B. Rhine, de la Universidad de Duke. José le escribió al doctor Rhine para informarle que había entrenado a su hija en la prác­tica de la PES, y recibió una respuesta decepcionante. El doctor Rhine insinuó que era posible que la chica ya fuera una psí­quica de nacimiento. Sin realizar pruebas de la muchacha antes del entrenamiento, no había forma de precisarlo.

Entretanto, los vecinos se dieron cuenta de que las tareas escolares de los hijos de José habían mejorado en forma notable.

Cuando él había empezado a realizar sus experimentos, ellos se habían mostrado cautelosos de sus investigaciones en lo des­conocido, en torno de fuerzas que quizá era mejor no tocar. Sin embargo, no se podían ignorar los triunfos de un hombre que trabajaba con sus propios hijos. ¿Estaría José dispuesto a entrenar también a los hijos de ellos?

Después de la carta del doctor Rhine, esto era justamente lo que José necesitaba. Si lo que él había logrado con un chico se podía llevar al cabo con otros, se habría acreditado la clase de experimentos repetitivos que resultan esenciales para el mé­todo científico.

A lo largo de los siguientes diez años entrenó a 39 niños de Laredo, con resultados todavía mejores porque perfeccionaba sus técnicas un poco más con cada niño. Así obtuvo otra meta sobresaliente: había elaborado el primer método en la historia que puede entrenar a cualquier persona para usar la PES, y contaba con treinta y nueve experimentos susceptibles de repe­tirse para comprobarlo. Ahora había que perfeccionar el método.

Al cabo de tres años, José elaboró el curso de entrenamien­to que se usa hoy día. Requiere solamente de 40 a 48 horas, y resulta igualmente eficaz para adultos y para niños. Hasta el momento ha sido confirmado en más de un millón de "experimentos", siendo esta una cuantía de repeticiones que nin­gún hombre de ciencia imparcial puede desconocer.

Esos largos años de investigación fueron financiados por el próspero negocio electrónico de José. No había subvencio­nes disponibles por parte de ninguna universidad o fundación, ni por parte del gobierno, para un campo tan insólito en la investigación. En la actualidad, la organización de Control Mental constituye un floreciente negocio familiar, y sus utili­dades se dedican en gran parte a la realización de otras inves­tigaciones y al mantenimiento de su crecimiento acelerado. Hay conferencistas y centros de Control Mental en los cincuenta' estados de Estados Unidos y en otras treinta y cinco naciones.

A pesar de este éxito, José no se ha convertido en una cele­bridad, ni en un gurú o dirigente espiritual con seguidores o discípulos. Es un hombre sencillo de costumbres simples, que habla con el acento suave, casi perdido, del americano fronterizo. Es un hombre de constitución robusta con un rostro amable que sonríe con facilidad.

Cualquier persona que le pregunte a José lo que ha sig­nificado el éxito para él recibirá como respuesta un diluvio de historias de sus triunfos. A continuación tenemos algunos ejemplos:

Una mujer escribió al diario Herald American, de Boston, rogando que alguien le proporcionara algún medio para ayu­dar a su esposo, quien sufría de jaquecas que lo atormenta­ban. El periódico publicó esa carta, y al día siguiente publicó otra carta de otra persona, que también suplicaba que le pro­porcionaran un medio para controlar dichas jaquecas.

Una doctora leyó estas cartas y escribió que ella había pa­decido de jaquecas toda su vida. Había tomado los cursos de Control Mental y desde entonces no había tenido una sola jaqueca.

¿Y me creerían si les digo que la siguiente conferencia in­troductoria estaba a reventar? Absolutamente a reventar.

Otro médico, un famoso psiquiatra, aconseja a todos sus pacientes que tomen los cursos de Control Mental en virtud de que les proporcionan lucidez que en algunos casos hubiera requerido dos años de terapia para producirse.

Toda una compañía completa de mercadeo fue organizada a manera de cooperativa por graduados que usaron lo que aprendieron en Control Mental para inventar nuevos produc­tos e idear medios para distribuirlos. En su tercer año, la com­pañía cuenta con dieciocho productos en el mercado.

Un publicista solía necesitar alrededor de dos meses para crear una campaña para los clientes nuevos, tiempo normal en ese campo. Ahora, con Control Mental, las ideas fundamen­tales surgen en veinte minutos y el resto del trabajo se completa en dos semanas.

Catorce integrantes del equipo de béisbol White Sox de Chicago tomaron el curso de Control Mental. Los promedios individuales de todos ellos mejoraron, la mayor parte de ellos en forma extraordinaria.

El esposo de una señora excedida de peso le sugirió que pusiera a prueba el Control Mental, ya que todas sus dietas habían fracasado. Ella estuvo de acuerdo, siempre y cuando él también asistiera a los cursos. Ella perdió diez kilos al cabo de seis semanas y él dejó de fumar.

Un profesor de una escuela de farmacia enseña técnicas de Control Mental a sus alumnos.

-Sus calificaciones están mejorando en todas sus materias, ellos estudian menos y están más relajados... Ya todo el mun­do sabe cómo usar su imaginación. Sencillamente hago que mis alumnos practiquen más con ella. Les demuestro que la ima­ginación es válida y que existe una forma de realidad en la imaginación, que ellos pueden emplear.

Aunque José sonríe con facilidad, cuando oye que alguien le dice:

-¡José, has cambiado mi vida!

La sonrisa se desvanece un poco y él dice:

-No, yo no lo hice-. Usted lo hizo con su propia mente.

Ahora, empezando con el siguiente capítulo, el propio José le enseñará cómo puede utilizar su mente para modificar su vida.

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